En relación con los trabajos centrados en la organización juvenil, sobresalen las contribuciones efectuadas por García (1985) en cuanto al estudio de la organización juvenil de las bandas. En esta lógica, García (1995) menciona que la identidad se construye a partir de dos factores fundamentales: la apropiación de un territorio3 y la independencia. En esta lógica, frente al gran cúmulo de producciones e investigaciones realizadas en México en torno a lo juvenil, teóricamente destacan aportaciones en cuanto a la organización, camisetas futbol 2022 agregaciones y/o culturas juveniles. En esta lógica, camiseta manchester united 2023 las diversas identidades juveniles sólo adquieren sentido dentro de contextos sociales específicos y en sus interacciones con otros sectores sociales.
El estudio del performance muestra cómo las personas no se comportan de una sola manera, sino que, al igual que en las actuaciones del teatro o de las películas, desempeñan diferentes papeles, dependiendo del tiempoespacio (escenario) en que se encuentren, además de las personas con quienes interactúen. Vestirse es una práctica constante que requiere conocimientos, técnicas y habilidades desde cómo atarse los cordones o hacer el nudo de la corbata, hasta comprender la interrelación correcta de colores, texturas, telas y las diferentes situaciones sociales en las cuales ese vestuario actuará para que se adecuen a nuestros propósitos, a la imagen que queremos proyectar con nuestros cuerpos, a nuestras identidades. Ante este contexto se han llevado a cabo numerosos estudios de caso sobre las múltiples problemáticas juveniles (económicas, educativas, laborales, políticas y sociales) bajo ciertos contextos sociohistóricos y marcos teóricos específicos.
En el caso de México, Monsiváis (1988) rescata algunos elementos para la comprensión de las distintas formas culturales de la juventud. Por ejemplo, en el caso de los jóvenes pertenecientes a comunidades populares, éstos construyen formas de ver al mundo de manera subalterna, emergiendo así nuevos referentes en oposición a la cultura hegemónica, constituyéndose a la par nuevas estrategias para el reconocimiento de la heterogeneidad. De manera que los umbrales simbólicos de adscripción delimitan quiénes pertenecen al grupo juvenil y quiénes quedan excluidos de éste. De ahí que en un primer momento se aborden algunas de las aportaciones teóricas más importantes de los científicos sociales nacionales en torno al estudio de la juventud, para posteriormente observar las investigaciones de las principales culturas e identidades juveniles en el país, así como los estudios más representativos sobre este grupo y sus problemáticas. Las investigaciones que se ubican en esta última perspectiva dan cuenta desde aspectos que tienen que ver con la conceptualización de la juventud rural (Bevilaqua, 2009), hasta otras que abordan las principales situaciones problemáticas a las que se enfrenta este grupo poblacional: pobreza, aislamiento, violencia, marginación, discriminación ética y falta de equidad en el acceso a ciertos satisfactores (Bonfil, 2001; Durston, 1998). Si bien este tipo de investigaciones empiezan a preocuparse por la juventud rural e indígena del país, aún falta un largo trecho por recorrer y conocer acerca de las preocupaciones y problemáticas de este sector que ha quedado tan marginado de la actual política juvenil.
En un primer momento los investigadores mexicanos encargados de estudiar a la juventud enfocaron sus esfuerzos desde perspectivas descriptivo-prescriptivas y de carácter analítico-interpretativas (Reguillo, 1998). Estas últimas se enfocaron hacia la comprensión de distintas configuraciones identitarias y prácticas juveniles de ciertos grupos de jóvenes. Reguillo, 2000: 109). De manera que el conocimiento del joven en tanto actor social debe analizarse en el contexto que se desarrolla para develar su especificidad. Urteaga, 2000: 405). Además, puso de manifiesto la emergencia de un nuevo actor juvenil, el joven de las colonias urbano-populares y barrios urbano-marginales; fue así como aparecieron los chavos banda en las zonas marginales de la ciudad de México y los cholos en los barrios populares del norte del país. Reguillo, 2000: 107). Dicha selección obedece a la necesidad de reconocimiento del sujeto juvenil. Como bien lo menciona Brito (2002), la construcción del sujeto juvenil se debe más a la divergencia que a la convergencia, debido a que el joven, como sujeto social, es heterogéneo, diverso, múltiple y variable (Reguillo, 2000). Por ello requiere de explicaciones múltiples y diversas, es decir, la juventud no remite a algo unívoco, sino diverso (Ávila y Cruz, 2006). De modo que la identidad juvenil se logra a través de una praxis, la que al diferenciarse de los demás, genera procesos de integración y afinidad.
Como bien lo menciona Feixa (1993), la mayoría de los estudios que han abordado a las culturas juveniles en México, en tanto conforman expresiones y estilos de vida diversos que conviven al interior de una misma generación de jóvenes, han enfatizado en aquellos aspectos espectaculares observados fácilmente por el conjunto social. Si bien el movimiento es una producción social, también es un fenómeno individual e interior. Estos acontecimientos marcaron el punto de partida de un intenso debate académico en relación con el origen social, organicidad y naturaleza de los chavos banda y de otras agrupaciones y fenómenos juveniles. Para dicha autora esta etapa de la vida debe ser entendida como un producto social, el cual se encuentra determinado por el lugar que los jóvenes ocupan dentro de la estructura jerárquica de la sociedad y por el tipo de relaciones que establecen con las demás instancias sociales. Sin embargo, estos datos homogenizan lo diverso, por ello las dos últimas administraciones públicas federales, a través del Instituto Mexicano de la Juventud (IMJ) han buscado diversas aproximaciones que den cuenta de las problemáticas que giran en torno a la juventud, razón por la cual se elaboraron las Encuestas Nacionales de Juventud 2000 y 2005 con el propósito de observar las realidades a las que se enfrentan los jóvenes mexicanos en: educación, salud, trabajo, sexualidad, procreación, esfera de la vida privada, esfera de la vida pública, valores, acceso a la justicia y derechos humanos (IMJ, 2007). Desafortunadamente los avances logrados en cuanto a la condición de lo juvenil no han impactado en la elaboración de diferentes políticas hacia este sector en el país.
En párrafos anteriores describimos algunos de los aportes teóricos más relevantes efectuados por científicos sociales nacionales en torno al estudio de la juventud; no obstante, al revisar la bibliografía existente sobre el estudio de las problemáticas de los jóvenes en México, visualizamos dos clases de trabajos: por una parte, observamos la realización de investigaciones con carácter etnográfico sobre las diferentes identidades o grupos juveniles (chavos banda, darks, punks, rockeros, fresas, graffiteros, cholos, etcétera); y por otra, aquellos que se centran en el análisis global de la juventud, abordándose así temas demográficos, educativos, laborales, migratorios, de salud, drogadicción y adicciones, participación política, género, violencia, religión y valores juveniles. Éstos remiten a la construcción de un «nosotros» relativamente homogéneo en ciertos grupos de jóvenes, en contraposición con otros, con base en atributos, marcas o rasgos subjetivamente seleccionados y valorizados, los cuales a la vez funcionan como símbolos que delimitan el espacio identitario. Aunado a lo especificado en líneas anteriores, Guillén (1985) también visualizó de manera muy acertada a la juventud como un producto histórico, al identificar que la aparición de la fase juvenil se determina por la existencia de dos factores estrechamente vinculados: la presencia misma de la juventud, es decir, su existencia como tal, y el reconocimiento de los agentes externos a ella, lo que contribuye a su certificación social.